miércoles, 22 de diciembre de 2010

NARRACIONES EXTRAORDINARIAS - LA DRAGA MALDITA



NARRACIONES EXTRAORDINARIAS
LA DRAGA MALDITA
Contaba ya con quince años, los senos me habían crecido y empezaba a temerle a la vida, sin embargo siempre fui de aquellas cosas siempre echada para adelante.
Llego mi tio Caimiro y me tiro unas palabras a la mesa de mi triste desayuno.
-vamos pa la draga sobrina, hay oro a reventar
-yo le mire la avaricia de sus ojos fríos y le dije, casi en suplica, -vamos pues.
Para llegar a la draga había que atravesar medio monte, ibamos machete en mano, batea y manos dispuestas, eran como las nueve de la mañana y no se veían ni siquiera los espantos y las brujas que cundían por allí.
A veces se asomaban las serpientes y pronto sus pedazos eran tasajeados sin misericordia alguna.
-allí esta la maldita, grito el tío, esta como loca la infeliz,
Yo mire la monstruosa maquina, media como  doce metros de largo y su altura como esas moles nuevas que han construido en Bogotá
-la maldita draga subía y bajaba unos baldes descomunales, en sus supremas alturas las zarandeaba, las escudriñaba hasta lo mas recóndito y luego caían piedras a un lado, arena al otro y el maldito oro  convertido en pepas de todo tamaño al final.
-eso ha revolcado el rio, gritaba como loco mi tío y yo lo seguía
-se hizo en el cauce que le precedía a la maquina y allí engullimos nuestras miserables vidas, convertidas en bateas para sobrevivir a las miserias que parecían sanguijuelas, pegadas a nuestros cuerpos.
Mi tío tenia la euforia y la mirada de la extrema locura y su  estúpida cara brillaba con el oro que iba saliendo, mientras pregonaba por primera vez en su vida
-somos ricos, mija!  Somos ricos! Y batia casi con instinto de animal, la batea que se sumergía una y otra vez en la revolcada agua que llegaba.
A mi se me movían las tetas de tanto zarandeo y casi podía jurar que apetecían mas el oro que a los hombres.
La noticia se rego por el lugar, pronto los alrededores de la draga se llenaron de  codiciosos
El cielo era testigo de las muchas bateas que entraban y salían buscando el maldito mineral, nadie hablaba y el único brillo del lugar, era el de las pepitas que iban saliendo desnudas y descubiertas en medio del frenesí del agua.

Pero para los buscones no era suficiente, porque conformarse con las migajas si la veta mayor la usurpaba la maldita draga,  con los días las pepitas escaseaban y el hambre y  la codicia, y los pelados, y los perros flacos, y las calles malolientes, y las comidas descompuestas, y los gobiernos indiferentes bañados en su propio oro y todo eso, parecía explotar en la cabeza de los hombres que habían perdido la poca cordura que quedaba.
Una cuadrilla de cuarenta malnacidos planeo todo, llegarían hasta las bodegas de la draga y saquearían todo ese oro que se acumulaba allí, esperando por los ladrones y dispuesto a bañarse en sangre si era preciso.
La noche cayo y con ella, los infelices, asesinaron vilmente a los dos únicos guardas, y se revolcaron en sus penas, en sus hambres, en su maldito oro, fue tanta la precipitud que la inmensa draga perdió estabilidad, y empezó a hundirse triste y silenciosamente.
A la mañana siguiente los trabajadores se encontraron con el asombro del saqueo y la draga, la revolucionaria maquina de cien millones de pesos, traída de los gringos para arañar la tierra, se estaba hundiendo y con ella se hundía la esperanza de muchas familias
Pronto la maldita draga quedaría para el recuerdo de los chocoanos, hundida y vencida bajo el rio san Juan, triste legado de un pueblo que aun hoy por hoy sigue en la más absoluta miseria.

FIN
LA DRAGA MALDITA
Autor William Jiménez T.

1 comentario:

Unknown dijo...

Muy interesante tu narrativa Will..
siempre es un gusto pasar por tus letras.
Mis cariños a la distancia amigo poeta.
Angelross